Inés salió esa noche solo por complacer a su amiga, decía demasiadas veces “no”, y no quería escuchar de nuevo toda la charla moral después de su repetitivo no.
Se arreglo sin demasiada ilusión, y a las 11:00 en punto estaba en la estación esperando a los demás. Tras el breve viaje en el cercanías, llegaron al centro y entraron en un bar, cualquiera, para Inés.
Una bofetada fue entrar, el calor agobiante, la multitud, la música atronadora que no le gustaba en absoluto, desde el primer instante estuvo sola, no sabia muy bien como relacionarse con aquella gente q acababa de conocer, ni tenia ganas, ni la música la permitía escuchar, por lo q se dedico a beber, observar y sentirse mal. Esa noche no se sentía guapa, y fue una sorpresa q alguien se fijara en ella.
Había terminado su tercera cerveza, el botellín vacío llevaba tiempo en sus manos, era imposible llegar a la barra. De repente, sin mediar palabra, alguien le arrebato la cerveza vacía de las manos y le puso otra, y se marcho.
Una oleada de ilusión la invadió para dar paso al miedo, que hacer, como acercarse, se sentía ridícula, no sabia que hacer……y después de unos minutos de incertidumbre, se acercó.

- ¿Por qué lo has hecho?
- Llevo observándote un rato con tu cerveza vacía, sola. ¿Como te llamas?
- Inés, ¿y tú?
- Yo me llamo David.

Iniciaron una conversación imposible en aquel lugar. Ella no sabía muy bien como comportarse, que era lo correcto, y lo que no, para Inés era imposible dejarse llevar. Después de interrupciones, cortes, risas, palabras incomprensibles, anhelos, miradas cómplices y casi dos horas de conversación….surgió lo inevitable:
- ¿Salimos de aquí?

Sólo le quedan recuerdos, recuerdos nítidos e inconfesables, su voz firme y segura, su mirada más elocuente que sus palabras, su dulce boca al besar la suya por un solo instante y Elvis.
No pudo irse con él, sus miradas se cruzaron un momento antes de que David atravesara la puerta….para no volver a verlo nunca más. Miradas así, son las que desordenan el alma.